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Una tarde de rabia en la vida de la mamá sola

  Hoy tengo rabia. Tengo rabia porque las mamás o  papás que críamos solos no podemos enfermarnos, sentirnos mal, caer ante el estrés. Porque cuando nosotros nos enfermamos nadie nos  cuida, nadie nos da un apoyo moral, simplemente te ven con cara de nada, en silencio y el resto sigue su vida. Porque por un lado es genial lo que estás haciendo, vivir sola con tu hijo, criarlo y además trabajar. Eres la súper mamá, una gran mujer. Pero cuando llegas cansada al trabajo, con ojeras porque de nuevo te embarga el insomnio o porque te quedaste hasta tarde cocinando para el día siguiente o limpiando, duchándote de noche, o simplemente quisiste quedarte viendo un rato el pinche Netflix y poner el cerebro en automático para no pensar en la angustia que te produce criar un crío en este sistema de mierda al cual tuviste que entrar por defecto otra vez; te miran con esa pinche compasión y esa cara de "pobre, pero lo estás haciendo bien, eres una mujer moderna y acepta tus desafíos"
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Algunos días siendo papá en el capitalismo chilensis

Pasan los días y me voy acostumbrando a las rutinas de lo que significa criar. Antes lo hice también, pero con la intermitencia del trabajo. Ahora, junto a mis hijos de lunes a viernes, empiezo a asumir lo que significa ser papá y criar. No me refiero en este caso sólo a hacer las labores de la casa -como lavar a diario una rumba de ropa con pichi-, sino a la particular situación de que soy un hombre que cría. Con lo anterior no crean que me pongo en la posición del súper héroe, del súper papá que se volvió loco por sus crías. Quizá un poquito. Quizá bastante a veces. Lo que me pasa es que no entiendo bien la posición, no comprendo el rol. No tengo muchos modelos en los cuales reconocerme. El capital nos ha vaciado a los padres de roles en el seno familiar. Trabajar, proveer, poner orden. Esas tres misiones parece tener la vida de papá. La pregunta en este caso es dónde queda el amor. Pero no me refiero al fidedigno amor que sienten muchos padres por sus hijos, sino

Niñxs, lxs secuestrados silenciosos

El adjetivo de secuestradxs es mío. O es lo que me parece. Las calles en los horarios de escuela apenas vislumbran un par de cimarreros y el resto de adolescentes y niñxs enclaustrados en sus trabajos no remunerados. Es para su bien dicen, es para su futuro. ¿Y el presente?, ¿qué queda de él?, ¿no importa? Mis dos hijos van a la escuela y afortunadamente el día de hoy puedo disfrutarlos de a uno por jornada, y me asaltan en la cabeza todas estas dudas tremendas. Y me importa lo que piensan, sienten y viven. Algunos días les gusta la escuela, algunas veces se divierten, algunas veces aprenden. ¿Cuál es el costo?, ¿qué costo pagamos tú y yo y cuáles beneficios obtuvimos? La sagrada existencia de la escuela hoy está más afianzada que nunca cuando la mayor manifestación de desenfado social del último tiempo fue la lucha de los estudiantes por educación gratuita. Y no es que piense que su lucha fue en vano ni banal, sino que escucho y veo el discurso de las familias normales que ven en l

Nuevas crianzas, relatos, experiencias, memoria colectiva e individual

Hace rato que tengo ganas de hacer una especie de relato de cómo ha sido ser padre e ir empoderándome de todos estos asuntos en la sociedad capitalista patriarcal chilensis. El afán de comunicar tiene que ver sobre todo con las ganas de hacer comunidad. En este caso digital. Hace un par de días fui a una actividad llena de mamás y -entre todas ellas y sus wawas- un chascón de veintitantos contó todos los problemas que para él significaban comenzar a ser padre, era harto más joven que yo y me vi un poco en sus ojos y su voz. En la preocupación, esa que no enseñó el capital a llenarnos la cabeza antes de ocuparnos de verdad. Así que decidí abrir esta puerta e invitar a todo aquel que quisiera contar lo suyo, su forma, desde su espacio, individual o familiar o comunitario y este es el punto de partida. Espero podamos contar unxs con otrxs e ir archivando y multiplicando las experiencias. Dónde llegará no lo sé, tampoco importa, pero vamos caminando.