El adjetivo de secuestradxs es mío. O es lo que me parece. Las calles en los horarios de escuela apenas vislumbran un par de cimarreros y el resto de adolescentes y niñxs enclaustrados en sus trabajos no remunerados. Es para su bien dicen, es para su futuro. ¿Y el presente?, ¿qué queda de él?, ¿no importa? Mis dos hijos van a la escuela y afortunadamente el día de hoy puedo disfrutarlos de a uno por jornada, y me asaltan en la cabeza todas estas dudas tremendas. Y me importa lo que piensan, sienten y viven. Algunos días les gusta la escuela, algunas veces se divierten, algunas veces aprenden. ¿Cuál es el costo?, ¿qué costo pagamos tú y yo y cuáles beneficios obtuvimos? La sagrada existencia de la escuela hoy está más afianzada que nunca cuando la mayor manifestación de desenfado social del último tiempo fue la lucha de los estudiantes por educación gratuita. Y no es que piense que su lucha fue en vano ni banal, sino que escucho y veo el discurso de las familias normales que ven en l