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Niñxs, lxs secuestrados silenciosos


El adjetivo de secuestradxs es mío. O es lo que me parece. Las calles en los horarios de escuela apenas vislumbran un par de cimarreros y el resto de adolescentes y niñxs enclaustrados en sus trabajos no remunerados. Es para su bien dicen, es para su futuro. ¿Y el presente?, ¿qué queda de él?, ¿no importa? Mis dos hijos van a la escuela y afortunadamente el día de hoy puedo disfrutarlos de a uno por jornada, y me asaltan en la cabeza todas estas dudas tremendas. Y me importa lo que piensan, sienten y viven. Algunos días les gusta la escuela, algunas veces se divierten, algunas veces aprenden. ¿Cuál es el costo?, ¿qué costo pagamos tú y yo y cuáles beneficios obtuvimos? La sagrada existencia de la escuela hoy está más afianzada que nunca cuando la mayor manifestación de desenfado social del último tiempo fue la lucha de los estudiantes por educación gratuita. Y no es que piense que su lucha fue en vano ni banal, sino que escucho y veo el discurso de las familias normales que ven en la adoctrinación estandarizada una vía de escape. Y no sólo para su precaria situación material, también para escapar del feroz suceso que significa criar. Que sea rápido, que pase pronto y ya sean independientes, porque criar no es placentero. Más bien se nos presenta como un problema, como la complicación  de todos nuestros sueños de adultos siempre insatisfechos, de proyectos inconclusos, de vidas cercenadas por las mentiras del capital. Y así, entre nuestras frustraciones y sueños, niñas y niños sobreviviendo. Aprendimos a caminar, a comer, a hablar en el seno de nuestras familias -si tuvimos la suerte-, pero no necesitamos la escuela para aprender lo fundamental del funcionamiento humano para caer en la escolarización completa de la sociedad, el amordazamiento total de nuestras individualidades, de nuestras diferencias.

Estas reflexiones, que para mi son cotidianas, se proyectan en el tiempo con el afán de mejores días por venir. De buscar distintas formas, de acuerdo a nuestras posibilidades, energías y necesidades, de desempoderar la escuela y esta sociedad que funciona como tal. Algunxs probarán con escuelas artísticas, otrxs con escuelas comunitarias o populares, otrxs sacarán a sus crías para dar exámenes libres y algunxs darán el paso fuera de toda educación formal y al margen de la supervisión estatal, corriendo el riesgo de las penas del infierno. Aún en ese caso, espero podamos seguir empujando humildemente la carreta de la historia nuestra.

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